Los decibeles a punto, idéntico vigor, la misma puesta en escena. El puño derecho cerrado discretamente cuando prospera alguno de sus violentos tiros. Un grito encorajinado cuando culminó el triunfo y sucesión de besos a la grada. La gente, tibia, escasa, indiferente. No tira el tenis femenino en Madrid.
Ni Maria Sharapova, en su retorno a la capital después de poner en fin en Stuttgart al castigo de quince meses por dopaje, ni la controversia por disfrutar de una invitación para entrar en el cuadro principal, al igual que sucedió en el torneo alemán, donde varó en semifinales. "Come on, Maria!", lanza algún atrevido, sencillo eco en el erial de la pista Manolo Santana, donde no hubo severas proclamas de desaprobación hacia la ex número uno del mundo y ganadora de cinco títulos del Grand Slam. De entrada, victoria ante Mirjana Lucic-Baroni por 4-6, 6-4 y 6-0, en un apabullante final. La espera Eugenie Bouchard, semifinalista de Australia y Roland Garros en 2014 y ex número cinco del mundo. Hoy, bastante venida a menos.
El entrenador de Sharapova, Sven Groeneveld, baja a la silla tras una nueva pérdida de servicio, 4-3 abajo en el primer set frente a la veterana Mirjana Lucic-Baroni, que no pierde oportunidad de sumar puntos por la brava. Lo pega todo, ataca desde el resto, desborda. Un tormento. La croata sigue vigente en un circuito cada vez más indefinido. Vigésima del mundo, se plantó a principios de año en semifinales del Abierto de Australia, donde sólo Serena Williams pudo detenerla.
Recién ingresada en la treintena, Sharapova no ha perdido un ápice de ambición. Su regreso a las pistas es una forma de reivindicación personal, una suerte de desafío después de un castigo que siempre consideró injusto y de las reacciones adversas de bastantes voces que no consideran ecuánime que se le facilite el ingreso en los cuadros. Conserva la esencia que le hizo grande. Una pegada brutal y una actitud ejemplar sobre la cancha, pero está por ver si podrá volver a la élite en un circuito cada vez más igualado, que ha elevado considerablemente su nivel medio. La mujer que impresionara al mundo ganando Wimbledon con 17 años tiene ahora lógicas dificultades en los desplazamientos, a la espera de adquirir ritmo de competición.
Necesita afinarse cuanto antes si pretende no depender del plácet de los organizadores para disputar Roland Garros y Wimbledon, tomar ránking y entrar en los cuadros por derecho. Buen comienzo el suyo, sin duda esperanzador.
Elmundo.es
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