Explíquese. ¿Qué es la danza del fuego?
Algo muy divertido. Antes de los partidos de dobles de Pekín 2008, en el vestuario suizo, hablábamos mucho de cómo celebraríamos una posible medalla. Aquellos días, el espíritu de equipo estaba en lo más alto. Comentábamos qué haríamos en caso de victoria, cómo la celebraríamos. Hubo algunas propuestas a las que tuve que contestar parándoles los pies: “No, yo no soy así”. Entonces alguien sugirió otra idea y ahí sí que dije: “Esto lo podría hacer si ganáramos una medalla”. Al día siguiente ganamos a los hermanos Bryan [Bob y Mike, estadounidenses] en las semifinales y supimos que lograríamos el oro o la plata. “¡Celebrémoslo de manera memorable!”, nos dijimos. Por eso me acerqué a Stan [su compañero] con las manos extendidas. Queríamos que pareciera que él, con su presencia, podía calentármelas. Que estaba jugando tan bien, tan en racha, como para personificar la expresión on fire. Es una de esas fotos que me encanta volver a ver de vez en cuando.
Durante años, usted mismo sembró la idea de que Londres 2012 podría poner fin a su carrera. Una vez llegada la fecha, sigue en lo más alto de la clasificación mundial. ¿Se imagina compitiendo en Río de Janeiro 2016?
Hay muchas voces que critican la presencia del tenis en los Juegos. Ganan ustedes millones al año y esta cita nació como una celebración del espíritu de entrega del sudor por amor a la superación de los límites propios, no por dinero.
Entiendo el debate. ¿Deberíamos ser parte de los Juegos? El espíritu olímpico se basó en deportes amateurs, de aficionados, no profesionales. Comparto, aunque no me gustaría decirlo así, las dudas, esa negatividad en potencia hacia la presencia del tenis porque no es lo que se suponía que serían los Juegos.
¿Entonces?
Todo lo que podemos hacer es demostrar nuestro respeto a los Juegos compitiendo; ir a ellos y demostrar que nuestra presencia no tiene nada que ver con el dinero o con los puntos de la clasificación. Es un asunto que sigue siendo controvertido. Espero que mi participación demuestre cuánto me importan y nos importan a los tenistas los Juegos. Espero haber conseguido con mi presencia que Jacques Rogge, el presidente del Comité Olímpico Internacional, y el resto de la gente que decide comprendan que a los tenistas nos importan los Juegos, que nos encantaría que el tenis siguiera siendo parte de los Juegos ahora y espero que por muchos años. Si nos dan la oportunidad de estar ahí y retratamos nuestro deporte bien, es una situación ganadora para todos. Espero haber cumplido esa meta. Al final, son el COI y el tenis los que tienen que decidir sobre eso. Creo que el sitio de mi deporte está en los Juegos, pero cada uno tiene derecho a su propia opinión.
¿Cuál es su primer recuerdo de los Juegos?
Como niño, los de 1992 y mi compatriota Marc Rosset ganando el oro en Barcelona [7-6, 6-4, 3-6, 4-6, 8-6 a Jordi Arrese]. Hace poco que fui allí para rodar un anuncio. Fue muy divertido: consiguieron [con las nuevas tecnologías] meterme en el estadio olímpico durante la cita de 1992, entrando a la pista aunque nunca haya estado allí. ¡En el sitio en el que ganó Rosset!
¿Sus instantes memorables?
Es mi mejor recuerdo, aunque guardo muy cerca en mi lista a Carl Lewis o Ben Johnson, que son las cosas que recuerdo más vivamente de mi infancia.
Dicen que los cinco sets favorecen a los mejores: les dan más tiempo para imponer su calidad.
Estoy de acuerdo.
Sin embargo, los Juegos, que se disputan sobre hierba, su superficie favorita, son al mejor de tres hasta la final. ¿Prefiere eso o jugar al mejor de cinco en tierra, que le favorece menos?
He pensado mucho sobre eso. Creo que jugar al mejor de tres sobre hierba tiene más trampa, es más peligroso, porque una mala racha, por ejemplo una doble falta de más, te puede costar el partido. En hierba, al mejor de tres, un mal resto en un momento importante te cuesta el encuentro. En tierra tienes una oportunidad tras otra para recuperarte de esos fallos. Si de mí dependiera, elegiría jugar al mejor de cinco sobre tierra. Te da más margen.
Es usted una leyenda. Cuando juega el dobles, el público piensa que su compañero falla bolas que usted acertaría. ¿Sufre Wawrinka por la comparación?
Quizás fuera así al principio, pero creo que ha manejado la situación muy bien. Sinceramente, la primera vez que le vi, nunca pensé que fuera a ser uno de los diez mejores tenistas del mundo, pero ha llegado a ser el número ocho. Mejora constantemente. Es un trabajador muy duro. Se ha entrenado en España, donde ha aprendido una increíble ética de trabajo. Ha jugado el dobles conmigo muy bien. Estoy feliz y orgulloso de sus éxitos.
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