La final soñada. La reedición de 2010. Vigente campeón frente al número uno del mundo. Flushing Meadows vivirá la final soñada del US Open. Será el lunes cuando Rafael Nadal, que únicamente ha cedido un set en todo el torneo, podrá defender su corona y lo hará frente al rival más temido de la temporada, el serbio Novak Djokovic, después de jugar su mejor partido del torneo contra Andy Murray, un rival correoso pero propenso a los errores, capaz de plantear dilemas al español pero no de doblegarle en un partido de Grand Slam.
Murray puso voluntad y piernas pero, hoy por hoy, está lejos de Nadal, cuyos números han ido mejorando a lo largo del torneo. A priori los números no favorecían a Murray. Este año había perdido con Nadal en París, Londres y Montecarlo y Djokovic le ganó en Melbourne su única final de Grand Slam. Pero el escocés llegaba con la vitola de haber ganado hace sólo unos días el torneo de Cincinnati. En parte por méritos propios y en parte por una lesión en el hombro de Novak Djokovic.
Y sin embargo el tempo del partido casi siempre lo marcó Nadal, que sorprendió a su rival devolviendo golpes que parecían ganadores y le atizó con un saque cada vez más sólido. En cierto modo, fue un partido similar a la semifinal que ambos disputaron en Wimbledon hace apenas dos meses. Entonces el español cedió también un set y logró domar al escocés a base de acogotarlo. Sin embargo, se podría decir que en esta oacsión Murray se lo jugó todo a una carta: percutir sus golpes sobre el revés inofensivo de Nadal. Se trataba de mantenerse a salvo de la temible derecha del español y esperar el error en los peloteos. El problema de Murray fue la fiabilidad de su rival, imbatible por mentalidad e intratable en el fondo de la pista.
En la grada del Arthur Ashe Stadium sonaban voces españolas entonando "Que viva España" y algún que otro insulto en mallorquín. Pero Nadal sólo miraba a su rival y a la raqueta, consciente de que le convenía un partido corto que aliviara el maratón de los últimos días.
La primera manga no fue fácil para Nadal, que sufrió con el juego agresivo del escocés. Pero apretó en el séptimo juego y aprovechó su tercera bola de break. Un detalle que le bastó para ganar el set y asentarse sobre la pista. Muy distinta fue la segunda manga. Noqueado Murray, Nadal jugó su mejor tenis y el escocés enlazó demasiados errores no forzados. El campeón rompió el saque de su rival hasta en tres ocasiones. Fue un monólogo demasiado fácil.
El español jugó a su antojo e hizo pensar que el choque degeneraría en un vapuleo pero no ocurrió. El tercer set fue una historia distinta. La prueba de que Murray está listo para poner en aprietos a los tres mejores. En el segundo juego rompió el saque de Nadal y esbozó un proyecto para la remontada. El español le devolvió el break en el juego siguiente pero algo había cambiado. Murray subía cada vez más a la red y se atrevía con golpes más venenosos. El escocés rompió el saque de Nadal en el momento justo y se puso con 5-3. Supersticioso hasta la médula, el español estrenó otra raqueta en el último juego pero de nada sirvió. Acababa de perder su primera manga del torneo.
No arrancó con buenos presagios el cuarto set. Nadal sufrió más que nunca para ganar su saque y persistió la dinámica de la manga anterior. Pero Murray aflojó el paso en el cuarto juego y el español enfiló el camino de la final con un break precedido de una doble falta. Lo demás fue un paseo militar. Al escocés no le quedaba fuelle para plantar cara.
Nadal se medirá el lunes en su decimocuarta final de Grand Slam con Novak Djokovic, el hombre que le ha arrebatado cinco finales este año y el único a la altura de su tenis. El balear tendrá la oportunidad de defender el título y se podrá cobrar la revancha de Wimbledon.
El Mundo.es
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