París aplaude a Novak Djokovic, que llega a semifinales de Roland Garros después de resolver un duelo dramático ante Jo-Wilfried Tsonga,. El serbio levanta cuatro bolas de partido en el cuarto set ante el francés y se impone en el quinto para confirmar que sabe sufrir más que nadie, pues en octavos tuvo que remontar un 2-0 contra Andreas Seppi. Sobrevive a otra pelea sin límites y prolonga la maldición que persigue a Francia desde 1983. Ahí ganó Noah y desde entonces no hay éxitos locales. Tsonga se despide al caer por 6-1, 5-7, 5-7, 7-6 (6) y 6-1 en cuatro horas y diez minutos.
Después del susto, Novak Djokovic sobrevive en París. Se planta en semifinales después de salvarse por los pelos, pues se le asoma la derrota en varias ocasiones. Tsonga lo hace casi todo bien, pero le falta un pelo y con Djokovic eso pesa demasiado. Va de drama en drama, siempre con final feliz para el serbio.
Y eso que Djokovic, de entrada, aparca el repertorio de muecas y malas caras que regaló en octavos contra Seppi, una batalla encarnizada que le obligó a remar hasta el quinto set. Ahí tuvo que remontar un 2-0 complicadísimo, pero en ese resurgir llenó la mochila de optimismo. Lo ha expuesto durante media hora antes de volver a sufrir.
El primer set es un monólogo. Tsonga acude a la cita alentado por una grada hambrienta que recuerda esa página de Noah con nostalgia. El serbio empieza como un ciclón, en modo efervescente. Después de los dos primeros juegos, gana ocho del tirón para ponerse con 6-1 y 2-0, renta suficiente como para vivir con cierta tranquilidad. No hay ni rastro de Tsonga, fatigado porque para llegar aquí tuvo que luchar durante dos días para eliminar a Stanislas Wawrinka, y la Philippe Chatrier se apaga con la puesta en escena de su guerrero.
Pero a Tsonga aún le queda mucho, obligado a reaccionar porque el correctivo es importante. Desde la adversidad, reacciona a tiempo en el segundo set y recupera el saque perdido para igualar el pulso y desnivelarlo definitivamente a su favor. Va de línea en línea, cada vez más enérgico, y exhibe su mejor juego para igualar el partido a base de subidas y una apuesta muy atrevida. Con el 1-1, Djokovic vuelve a gesticular y pierde parte de su esencia. Hay partido.
Tanto que el tercer set es apasionante, repleto de intercambios y con un Tsonga desatado. No hay manera de que Djokovic le meta mano y se va enfadando cada vez más, minimizado por su saque en los momentos puntuales y gritando en cada fallo. El francés va ganando en la batalla mental y se lleva la manga para que París enloquezca.
Sigue el nivelazo en el cuarto set y Tsonga, con 4-4, salva una pelota de break con un saque directo y en el juego siguiente acaricia la gloria. Tiene dos pelotas de partido y las afronta con toda la ambición posible, pero Djokovic tira de galones para mantenerse con pulso. El serbio, que se queja de la pierna en un salto, sale vivo del intercambio y salva dos pelotas más de eliminación con 6-5, agarrado a la pista en el tie break. Vuelve a coquetear con su fin, pero para eso es Djokovic. Gana el set y lleva el debate al quinto.
Pero a Tsonga aún le queda mucho, obligado a reaccionar porque el correctivo es importante. Desde la adversidad, reacciona a tiempo en el segundo set y recupera el saque perdido para igualar el pulso y desnivelarlo definitivamente a su favor. Va de línea en línea, cada vez más enérgico, y exhibe su mejor juego para igualar el partido a base de subidas y una apuesta muy atrevida. Con el 1-1, Djokovic vuelve a gesticular y pierde parte de su esencia. Hay partido.
Ahí apenas quedan fuerzas y se juega con corazón. En Tsonga pesan esas cuatro pelotas de partido desaprovechadas, justo lo contrario en el bando opuesto. Djokovic gana en confianza y de inmediato se pone 3-0, vía libre hasta las semifinales. Las firma después de sufrir horrores otra vez, pero gana, que es lo que cuenta. Ha sobrevivido a una tortura.
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