El cuadro individual masculino de Wimbledon 2017 perdió su penúltima ficha este viernes después de que Roberto Bautista no pudiera hacer frente a las continuas embestidas de Marin Cilic
en los octavos de final (6-2, 6-2, 6-2). El español pagó la factura del
partido anterior y de la presión de la ronda, pero sobre todo pagó muy
caro la gran versión de su rival, la de un hombre que sobre hierba vuela
alto y que pondrá los pies un año más entre los ochos mejores. Se
marcha Bautista con otro resultado positivo pero incompleto, con la
espinita de seguir buscando esos primeros cuartos de final en Grand Slam
que, de momento, sigue representan el gran hándicap del tenista de
Castellón.
Era el rival, era el partido y era el torneo
marcado a fuego para saltar por fin la barrera de los octavos de final
en un Grand Slam. Roberto Bautista llegaba por novena vez hasta su
límite tenístico y allí, como no podía ser de otra forma, le esperaba
uno de los hombres más peligrosos del momento. Es lo que tiene, aquí ya
es imposible bailar con las más guapas. Podía haber sido mejor, sí
(Paire, Anderson, Muller), pero también podía haber sido mucho peor
(Federer, Raonic o el mismo Rafa). El caso es que el de Castellón ya no
quería repetir lo sucedido en las ocho películas anteriores, donde nunca
encontró el camino hacia la victoria. “Si juego bien tendré mis
posibilidades, Cilic no es una misión imposible”. Otra cosa era que su
rival se lo permitiese.
Saque, dinámica y experiencia.
Fueron tres armas que este lunes aparecieron en la pista 12 del All
England Club y todas se aliaron a favor del mismo hombre. Marin Cilic,
todavía sin perder un set en el torneo, arrancaba con muchísima energía y
agresividad su cuarto examen de la edición. Por el camino habían caído
nombres como Kohlschreiber, Mayer o Johnson, gente que sobre hierba yo
no querría ni ver en pintura, pero ninguno pudo siquiera hacer temblar
durante un par de juegos al de Medjugorge. Hoy Bautista se mostró
competitivo, pero solo hasta cierto punto. El primer set representó el
peaje a pagar tras una victoria enorme ante Nishikori, de esas que te
dan tanta moral como vitalidad te restan. El cansancio físico y mental
hizo mella desde el comienzo, motivo por el cual el primer plato del
menú fue un 6-2 para el balcánico.
No muy diferente fue la segunda manga, con un
inicio parejo e inmediatamente la ruptura a favor del jugador croata. El
desenlace iba a ser el mismo, con doble break para un Cilic que se
crecía y se crecía a cada minuto que pasaba. Eran dos grandes jugadores sobre hierba pero hoy se demostró que solamente uno se le puede considerar especialista.
Con su servicio, su derecha plana y angulada, más su juego en la red,
Marin provocó que el mismo Goran Ivanisevic, estuviera donde estuviera,
dibujara una sonrisa orgulloso de su ex pupilo pero todavía buen amigo
en el circuito. Aquello estaba visto para sentencia, solo faltaba
rematar la faena.
Un final de torneo triste para un Roberto que
había sacado sus mejores sensaciones a lo largo de toda la primera
semana. Quizá si no hubiera sido Cilic, quizá si no hubiera sido en
hierba, o quizá si el castellonense hubiera saltado hoy a pista con algo
más de solidez y fe (a esperas de que nos confirme si sufrió algún tipo
de molestia física). Hay muchos factores que podrían haber cambiado los
créditos de esta película, pero ninguno podía ya girarse, el destino de
cada uno estaba ya escrito. Los cuartos de final esperan que algún día
Bautista les salude de cerca. Mientras tanto, Marin los pisa en Wimbledon por cuarto año consecutivo y ya aguarda por Nadal o Muller.
En otro duelo de octavos el checo Tomas Berdych sigue en buen nivel y acabó con las aspiraciones del austriaco Dominic Thiem a quiens e impuso en un disputadísimo duelo de cinco sets con parciales 6-3 6-7(1) 6-3 3-6 6-3 en 2 horas y 53 minutos de juego.
Con información de Punto de Break
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