Novak Djokovic se clasificó para la final de Roland Garros después de superar en cuatro mangas a Ernests Gulbis. Si el serbio consigue coronarse en París no solo habrá completado el Grand Slam que le falta en su currículo sino que recuperará el número uno del mundo en detrimento de Rafael Nadal.
Novak Djokovic mira a su palmarés y no solo ve los 44 títulos que tiene en su haber, sino que destaca los cuatro Open de Australia (2008, 2011, 2012, 2013), un Wimbledon (2011) y un US Open (2011) que decoran sus vitrinas. Para completar su colección solo le falta una Copa de los Mosqueteros, una victoria en Roland Garros que le daría el carnet de socio para el selecto club de tenistas que han completado el Grand Slam. El serbio tuvo la opción en 2011, una final que dominaba el domingo, tuvo que ser aplazada por la lluvia al lunes y en la que finalmente la victoria cayó en nómina de Rafael Nadal.
El tenista de Belgrado ve pasar de nuevo el tren enfrente de su puerta. Está más decidido que nunca a subirse al vagón de cabeza, ya que una victoria en París le devolvería al número uno del mundo otra vez. Djokovic solventó con autoridad su partido de semifinales ante el letón Ernests Gulbis, al que acabó doblegando por un marcador de 6-3, 6-3, 3-6 y 6-3 tras dos hors y veinte minutos de juego en el choque que abrió la jornada en la Philippe Chatrier.
Gulbis saltó al tapete dispuesto a dar la campanada del torneo, una amenaza sustentada en la eliminaciones en rondas anteriores de dos artilleros de la talla de Roger Federer o Tomas Berdych. Pegando muy duro con la derecha llegó a gozar de las primeras bolas de break que, sin embargo, no pudo/supo materializar. No hizo más que despertar a la bestia, a un Djokovic que parecía dormido y que cuando se enchufó al partido dominó de principio a fin. Sacó punta a su revés para firmar dos breaks (quinto y noveno juego) con el que hacerse con la primera manga y uno más (octavo juego) para sellar también el segundo parcial.
Gulbis pareció reaccionar en el tercer set, pero más guiado por su ansia de competitividad que por su propia calidad -que la tiene-. Buena muestra es que su gesto, tras conseguir romper el servicio de Djokovic tras 26 juegos en disputa, fue bostezar. Le sirvió el break para hacerse con la manga y forzar el cuarto set, pero poco más. El balcánico volvió a pisar el acelerador, aumentar el ritmo de los intercambios y encontrar el hueco en el muro letón en el momento clave (octavo juego). Dio por bueno el tiempo en pista tras el premio de llegar una vez más a la final en París.
"El objetivo de este año era ganar un Grand Slam y recuperar el número uno del mundo. Y todavía no lo logramos. Creo que el camino es el correcto. Hay dos o tres mejoras en su juego y si todos en el equipo seguimos en la misma dirección no veo ningún motivo para no decir en diciembre: 'Fue un año exitoso'. Esa es la meta y ahora estamos a mitad del camino", dijo Boris Becker en declaraciones a la agencia DPA. Curiosamente el alemán, asesor en el grupo de trabajo de Nole, se quedó sin ganar Roland Garros en su prolífica carrera -único Grand Slam no conquistado, quedándose estancado en semifinales en tres ocasiones (1987, 1989, 1991). Aún a modo de técnico, podría quitarse esa espina el próximo domingo viendo a su pupilo alzarse con la Copa de los Mosqueteros.
David Menayo
Marca.com
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