David Ferrer ha sido profeta en su tierra, ha conquistado por tercera vez el Valencia Open 500. Campeón en las ediciones de 2008 y 2010, ha repetido este año imponiéndose en la final al ucraniano Alexandr Dolgopolov por 6-1, 3-6 y 6-4 en una hora y 48 minutos.
Es la sexta corona del año del alicantino, vencedor antes en la pista dura de Auckland, la hierba de Hertogenbosch y la tierra batida de Buenos Aires, Acapulco y Bastad. En el Ágora valenciano también conquistó el 'indoor', una muestra más de que con su decimoséptimo profesional está viviendo a sus 30 años su mejor curso profesional.
No ha resultado fácil la victoria final porque delante tenía a uno de los jugadores más talentosos del circuito. Si Dolgopolov es 'sólo' el 21º en el ranking mundial se debe a su anarquía. Se mueve en la pista como le viene en gana, según sensaciones, sin seguir patrón alguno. Capaz de los golpes más inverosímiles, por su muñeca prodigiosa, también comete errores de bulto que le condenan a puestos secundarios.
Ferrer, quinto tenista mundial, ha barrido a su adversario, pero el 'mago' Dolgopolov ha resucitado a continuación, y ha presentado batalla. Sin embargo, ha primado la solidez del de Xàbia, que ha podido dedicar el trofeo a su socio y amigo, Juan Carlos Ferrero, en la hora del adiós al tenis profesional.
"Quería dedicarle el triunfo, ha sido genial. Dolgopolov me ha llevado al límite, pero he podido vivir una victoria especial", ha señalado Ferrer en Teledeporte.
Angel Rigueira
Mundo Deportivo
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