Nadie esperaba menos de él. En su debut en el Abierto de Estados Unidos, Roger Federer venció con la solvencia habitual al local Donald Young y atravesó el primero de los siete pasos necesarios para quedarse con ese sexto título que se le niega desde que cayó en 2009 en la final contra Juan Martín Del Potro.
Fue 6-3, 6-2 y 6-4 para el número 1 del mundo. El primer set fue el único momento del partido en el que se registró alguna equivalencia. Y que permitió, cuando Young logró ponerse 2-2, ver lo más parecido a un duelo de hinchadas que sería muy raro en cualquier torneo si juega un tenista local. Pero en EE.UU., como en todo el mundo, Roger tiene hinchada propia más allá de las nacionalidades. Y así fue como al grito patriótico de “¡U.S.A., U.S.A.!”, se superpuso un cerrado aplauso de los hinchas de Federer -clara mayoría- cuando llegó un ace del suizo.
Después, el maestro dispuso el recital habitual. Se aprovechó de su gran talento y de un Young falto de confianza: ganó sólo 3 de los 25 partidos que jugó en el año, por lo que cayó hasta el 81° puesto del ranking. Sin fisuras, la victoria por tres sets lo depositó en segunda ronda, donde tendrá enfrente al alemán Bjorn Phau. Otro rival que no parece capaz de interrumpir su camino a otro festejo en Nueva York.
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