Dotado de un extraordinario talento e imprevisible como nadie, Alexandr tiene el potencial de juego de un 'top-10'. Si lograra poner algo de orden, quizá le veríamos entre los diez mejores. Pero lo que le hace único es, precisamente, ese desorden, esa indisciplina¿ es un jugador imprevisible. Muchos incluso apuntan que ni siquiera él mismo sabe lo que hará en el siguiente golpe, en el siguiente punto. Y ahí reside también su grandeza. Es capaz de volver loco al más pintado, al mismísimo número uno del mundo, al hombre que atesora, con la de ayer, 61 triunfos por dos derrotas (aunque, en realidad, sólo Roger Federer le ha derrotado con todas las de la ley ya que se retiraba antes de concluir su duelo frente a Andy Murray en la final de Cincinnati).
Djokovic se imponía por 7-6 (16/14), 6-4 y 6-2. El 'tie break' fue de los que levantan al público de sus asientos. Con ángulos imposibles, dejadas que quitaban el aliento, globos inalcanzables y bolas en las líneas que no logran respuesta. 'Nole' necesitó seis puntos de set para anotarse la manga; Dolgopolov había desperdiciado cuatro. La adrenalina del serbio, por las nubes, lanzado en pos de un triunfo que le emplazaba a un duelo en cuartos de final con su compatriota y amigo Janko Tipsarevic, verdugo de Juan Carlos Ferrero.
Entre ambos han hecho historia en este US Open (es la primera vez que Serbia cuenta con dos cuartofinalistas en un Grand Slam), asegurando, además, la presencia serbia en semifinales. Son buenos tiempos para el tenis de los Balcanes. Desde que se hicieran con la Ensaladera de Plata en diciembre, las cosas les han ido de perlas: Djokovic, el casi invencible en este 2011, se ha encaramado a lo más alto de la clasificación mundial; Janko, que disputará su primer cuarto de final de un 'grande', está disfrutando del mejor ranking de su carrera (20).
Neus Yerro
Sport.es
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